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Empresa de traducción - 3

Vuelvo a estar con vosotros después de la primera parte y de la segunda parte de esta peculiar historia con la empresa de traducción X. Seguimos adelante, vamos allá…

Octubre

Sin noticias. Las cosas de palacio van despacio. Tengamos paciencia.

Noviembre

Mi colega recibe su resolución judicial. La mía tiene que estar al caer, pienso.

Diciembre

Seguimos igual. Hasta que un día me encuentro con un aviso de correos en el buzón. ¡Carta certificada! ¿Del juzgado? No. De la empresa de traducción X, nada menos. Dadas las fechas que eran, consideré la posibilidad de que se tratara de una felicitación navideña, pero no. Junto con una carta firmada por el propietario de la agencia encontré… ¡un pagaré con vencimiento a 80 días! (Qué a gusto debieron quedarse.) Evidentemente, el dinero no lo iba a ver hasta pasada la fecha de vencimiento, así que durante casi tres meses lo guardé como un tesoro, y confieso que de vez en cuando echaba un vistazo para comprobar que no se hubiera movido de sitio. Día marcado en rojo en la agenda: 28 de febrero.

Pero, ¿y la resolución del juzgado? Días más tarde se pusieron en contacto conmigo para informarme de que no habían conseguido hacérmela llegar por algún problema con la dirección (extraño; las cartas del banco y de la Seguridad Social no se pierden ni queriendo). En cualquier caso, habían condenado a la agencia de traducción a pagar el importe adeudado (sin intereses, eso sí) en el plazo de X días. De ahí el misterioso pagaré y su interminable plazo de vencimiento.

Enero

Me aseguro repetidas veces de que el pagaré no ha salido volando. ¡Ya queda menos!

Febrero

Ingreso el pagaré el día señalado. Me toca esperar una semana hasta que comprueben que la cuenta tiene fondos y se haga efectivo.

Marzo

Echo un vistazo a la cuenta y ahí está. Ingresado. Se acabó. ¿Sabéis lo qué sentí en ese momento? Absolutamente nada. Lo único que pensé fue: «con lo fácil que hubiese sido hacer las cosas bien desde el principio…». Y ahora, para los más curiosos, el dato: la deuda no llegaba a los 130 Euros. Y por ese importe, ¿me ha compensado todo esto? Lo cierto es que sí.

En primer lugar, porque son X euros que me he ganado honradamente, no lo olvidemos. Y porque si quiero trabajar como traductora gratis, soy yo quien decide a quién y por qué regalar mi trabajo. Además, como autónoma, me he sentido indefensa ante una empresa de traducciones que se estaba aprovechando de mi esfuerzo, mi tiempo invertido, mi trabajo y mi buena disposición. Pero con su modo de proceder no sólo me han faltado el respeto a mí, sino también a mi profesión y mis compañeros traductores. Directa o indirectamente, este tipo de actitud nos afecta a todos, no debemos olvidarlo. Por eso, os recomiendo y animo a que denunciéis siempre, independientemente de la cantidad que se os deba. Es la única forma que tenemos de defenderos a nivel individual y también como colectivo profesional.

Para mí esto ha supuesto una pequeña victoria, pero han sido ocho duros meses. Nunca antes había tenido que tratar con ningún juzgado, y al margen de que haya sido un simple proceso monitorio, la situación ha hecho que llegara a cuestionarme ciertos aspectos a nivel personal y profesional. Ahora que he vivido la experiencia (y aprendido de ella, creedme), me gustaría poder evitársela a otros; de ahí que haya publicado esta entrada, con la cual doy carpetazo a este asunto. Mi particular historia interminable ha llegado a su fin. Y ahora que la he compartido, mi victoria me sabe mucho mejor.

Como punto final, decir que gracias a Dios, no todas las empresas de traducción de España son así. He tenido la oportunidad de trabajar para varias de ellas, y por suerte, no he vuelto a tener una experiencia similar. Aunque eso sí, siempre con la guardia en alto, ante nuevas agencias de traducción y clientes directos.

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